24 de septiembre de 2011

Este jueves un relato: La Calle





Vendría a tener unos 4 ó 5 años, era un medio día de verano, estaban  en el pueblo de la tía Concha, un pueblo pequeño, de casa bajas, paredes encalas, suelo de albero pero tenía acerado. La luz lo invadía todo, el cielo de un celeste intenso y despejado, podríamos decir que la claridad, llega a ser cegadora.
Ahí estaba ella, frente a una calle ancha, sin trafico, era principio de los sesenta. Ella había recorrido muchas veces esa calle, con su madre cuando iban a comprar, a la tienda de ultramarinos, ancá Remedios, una señora muy agradable y vecina de su tía Concha, pues la casa de su tía estaba al final de calle, justo al fondo, ya que esa calle no tenia salida, se abría a la derecha con una placita, la Plaza del Niño Jesús nº 3, esa era la casa de su tía, una casa de planta baja, pero grande, tenía varios patios, pues sus tíos criaban gallinas; una vez subiendo por las escaleras de la azotea, le pico una avispa.
En el patio principal, había en el centro una fuente con una ranita, que echaba agua por un tubito que tenia en la boca, era de azulejos sevillanos pintados en verdes, amarillos y azules, alrededor unos bancos de hierro forjados y plantas muchas plantas, con flores y un gran jazmín, que por las noches con su fragancia ahuyentaba los mosquitos, por eso su tía todas las tardes se colocaba en el pelo, una moña de jazmines.
Hoy, la habían dejado ir sola ancá Remedios, cosa no muy habitual, al bajar el escalón de la puerta de la tienda, se giró a su derecha.
Y ahí estaba ella, frente a esa calle, casi cegada por el resplandor de las paredes blancas, el amarillo del albero y el sol sobre su cabeza. Cuando comenzó a andar, se dio cuenta que al fondo de la calle, no estaba la fachada de la casa de su tía, con las ventanas y la gran puerta de dos hojas de madera; en su lugar había, un tren.
Ella solo llegaba a ver los vagones de un tren, que comenzaba su lenta marcha, hacia la derecha. Se inquieto y sus piernecitas comenzaron a andar, la invadió una angustia jamás sentida antes, sintió un miedo nuevo y esa calle se volvió mas larga.
Ella se percató, que dos personas le decían, adiós con la mano, desde la ventanilla de un vagón, parpadeo varias veces, para aclarar su vista y vio que esas personas, que le decían adiós con la mano, eran su madre y su padre, que sonrientes y felices, iban en ese tren.
Ella acelero sus cortos pasos, dejo caer lo que llevaba en sus manitas, mientras se preguntaba, por qué se iban sin ella, por qué la dejaban allí sola.
La calle se hizo larga, yo diría, sin fin.